Los bebés ya no vienen de París

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… sino de Madrid.

Los bebés vienen de Madrid

Los bebés vienen de Madrid

Hoy voy a desvelar mi Superpoder Absurdo más peligroso (ver los 10 anteriores aquí ). Todo el mundo sabe que un gran poder conlleva una gran responsabilidad… y yo… pues eso, que yo no.

Y así voy, usándolo sin ton ni son. Sin medida. Y claro, luego vienen las consecuencias.  La vida no está hecha de reglas, sino de consecuencias.

Ahí va, lo voy a desvelar: tengo el SUPERPODER de EMBARAZAR A MIS AMIGAS.

Nací mujer, con sus dos XX y nada de «cromosomas Y juguetones» (preguntaré a mi madre, por si acaso). Pero que vamos, no lo duden, que yo soy MUY mujer. Pero mucho mucho. Con todos sus accesorios y rabietas.

Este Superpoder nació en Madrid. La misma noche que me mudé (o a la siguiente, que no estamos para calcular fechas). Por ahora tengo dos víctimas… digo, dos casos comprobados. Y uno «pendiente de confirmación«.

Si eres amiga mía, tienes pareja y llevas tiempo intentando quedarte encinta (no voy a hacer la broma del «cassette», ya vale)… vente a Madrid y duerme conmigo, en mi cama. No te voy a tocar ni un pelo y voy a dormir como una bendita. Posiblemente, tengamos resaca compartida al día siguiente (pero eso es culpa de Madrid, no mía)… y el lunes, a la vuelta a tu vida normal, te haces un test de embarazo:

VOILÀ!

Habré ejercido mi magia… y en unos meses: diversión asegurada.

Yo me llevo la mejor parte: ser la tía molona de la criatura, y que se encargue de criarla su padre (el otro).

Puede que se rían de la tamaña estupidez que les estoy contando… pero en el pueblo ya me llaman «la preña-amigas«. Prefiero que me lo cambien a «el hada de la buena nueva» o «el amuleto del buen estado«… pero no, es que ellos son muy de pueblo. Y hay que quererles cómo son.

No sé, igual debería empezar a monetizar mi nuevo superpoder y ver qué pasa. Pero que nadie me pida luego responsabilidades, que yo sólo ejerzo de «tía molona» y ya.

¿Será Madrid? ¿Será mi cama? ¿Seré yo? ¿Seremos los tres? En cualquier caso, me alegro de «formar parte»- de alguna forma- en algo tan bonito y seguir generando estas «historias-anécdotas-casualidades».

Los bebés ya NO vienen de París…

… Y yo que me alegro.

Mi Lista de Superpoderes Absurdos (I)

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Mira, una Moderna

Mira, una Moderna

El otro día alguien me dio una muy buena idea… aunque, en realidad no fue tan buena. Sólo me dio una idea. Bueno, ni siquiera es una idea, más bien es una estupidez.

Pero la vida es más bella con sus «estupideces»… o no ¿?

Hablábamos de un tema MUY interesante, poco manido y de rabiosa actualidad: ¡SUPERPODERES! Y decidí que debía dar a conocer al mundo mis Superpoderes, pero no los buenos (esos son secretos):

LOS ABSURDOS.

Empezaremos con los 10 primeros. Sí, hay más de 10. Siempre hay más.

1. #Molar

2. Enseñar Madrid a los madrileños y a los que viven en la capital muchos años.

3. Publicar una foto al día en Instagram. A veces incluso más de una.

4. Llegar siempre tarde, pero con estilo.

5. Hacer listas. De todo. Hacerme la lista, eso también.

6. Dar saltitos y grititos de emoción sin parecer idiota perdida (más, digo).

7. Reírme de mis propios chistes malos. Siempre. Tendiendo a infinito.

8. Perderme y desorientarme en prácticamente cualquier lugar.

9. Decir a casi todo. Con el consecuente: meterse en todos los saraos´.

10. Compartir cumpleaños con Chuck Norris (toma ya!) y Sara Montiel.

Chuck Norris approval

Chuck Norris approval

Lo mío no son visitas, son maratones.

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 Con la llegada del verano, una de las cosas que toca es: la-visita-al-pueblo.

En mi caso, que soy así de acaparadora, tengo dos pueblos que visitar (el adoptivo y el de nacimiento). Por lo que mis visitas son más bien maratones. Intento ver a todo el mundo, amigos, familia, y de paso, sólo de paso, ir a la playa. *guiño, guiño*

Por que… qué es una escapada de Madrid si no vas a la playa (vaya vaya)??

Hablemos del pueblo, de volver de visita tras un tiempo explorando la gran ciudad… Hablemos de las amapolas.

Amapolaaaaa

Papaver Rhoeas

Y digo yo, ¿qué hay más de campo que las amapolas? Me encantan las Papaver rhoeas (que se note que estudié Ciencias Ambientales); pero soy tan de campo como los semáforos y tan de ciudad como las amapolas. Al final, no perteneces ni a un sitio ni a otro. Pero te quedas con lo mejor de cada uno. Necesitas salir de la ciudad a oxigenarte y vas de visita al pueblo… y en el pueblo duras dos telediarios de los de agosto (que son 10% de noticias y 90% de relleno). Porque una vez has visto a la familia y amigos, has bebido las cervezas pertinentes, has ido a la playa y lo has hecho todo… seamos sinceros: te aburres. Mortalmente. Letalmente. Venga, no tanto.

Me gusta ir de visita al pueblo. Me encanta. Pero a los 3 días el cuerpo me pide Madrid en vena. Y es que, es curioso, pues en esta última visita, al llegar, pensé: «Ya en casa». Y seguidamente, mi hilo de pensamientos fue a un: «¿¡qué casa?!» Ya no siento que este lugar sea mi casa…». A los 5 minutos estaba dejando la maleta en mi habitación de la adolescencia, llamando a los amigos para tomar unas cañas, y se me pasó la tontería al primer sorbo, para qué nos vamos a engañar, que yo a veces tengo los sentimientos de una alpargata.

Me gusta volver y sacar el kitty car de paseo (mi coche). Me gusta preguntar por los cotilleos nuevos, por las familias, hermanos, amigos, embarazos, casamientos y divorcios, por los avistamientos extraterrestres y por la salud de todos. Que soy muy curiosa, vaya. También me gusta contar todas mis novedades por triplicado y crear debate en torno a mi vida sentimental y laboral. Porque en el pueblo no pasa nada, sigue igual, mientras a mí me pasa TODO. A veces siento que viajo al pasado cuando vuelvo. No porque no haya llegado la luz o la interné al pueblo, sino porque todo sigue igual que cómo lo dejé. Salvo que la gente se empeña en casarse y reproducirse, así que si tardo mucho en volver, puede que se hayan multiplicado demasiado y no pueda verlos a todos en una sola visita.

Es chachi (reveindiquemos el uso y abuso de esta palabra!) que te saluden por la calle, ver rostros conocidos en todos lados, que tu madre te diga que has adelgazado (menos esta vez, que no me ha dicho nada…), que tu hermano pague la ronda, que se alegren de verte y no huyan, no perderte (o sí, para variar, que yo tengo la brújula en el trasero), que los lugares estén a poca distancia, que te lleves millones de abrazos, y que el tiempo se ralentice de nuevo… En los pueblos ocurre que el tiempo no pasa TAN deprisa. Llega y se lo toma con calma. Con mucha calma chicha.

Por supuesto, yo no hago visitas, hago mini-mudanzas, en cuanto a equipaje se refiere. Parece que siempre lleve el armario a cuestas y es que una nunca sabe que se va a poner, que va a necesitar y llena la maleta de TO-DO. Iba a decir de «por si acasos«, pero muchas veces la lleno de «sin sentidos» y ropa que no es que no combine, es que se pelea, se declara la guerra entre ella.

Y por no hablar, no hablemos de los acentos y la jerga. Es otro idioma: «el provinciano«. Las expresiones son más divertidas y, gracias a Dios, se me olvida por unos días el pijerismo que adquiero en Madriz y vuelvo a hablar como una auténtica MOZA (jamelga, jaca, cordera… rico idioma el provinciano, oigan), pero sigo sin tener tierras, sólo dos tiestos. En otro momento dedicaré una entrada entera a hablar sobre las particularidades del idioma, las jergas y los provincianismos… que dan para mucho. O no, pero son divertidos.

Es necesario volver al pueblo, de vez en cuando, para que no se olviden de tu cara y para visitar a la mami, claro. En el pueblo empezó todo. Y volver te ayuda a recordar por qué te fuiste. Eso sí, yo seguiré siendo una amapolilla de campo, pero que se confundió y se transplantó en la ciudad.

Una amapola: Plantá en un tiesto.

TGIF

Menos mal que ya es viernes

¿Mariposa o capullo?

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No, no es ninguna pregunta trampa. Y no, no tiene nada que ver con las recientes festividades del Orgullo Gay en Madrid.

Las cuales me han fascinado, todo sea dicho. Nunca había visto Madrid así: tan loca, tan abierta, tan desfasada, tan… tan… tan… de todo. Y es que: «no hay en España tantos gimnasios para mantener todos esos CUERPOS esculturales».  Mi yo más provinciano se llegó a escandalizar con tanto pectoral duro de pezones erectos, incluso llegué a temer que alguno me sacara el ojo si no llevaba cuidado… Pero, que por esta provinciana, pueden repetir las celebraciones 2 o 3 veces al año. Muy a favor, oigan.

Quería hablarles de los CAM-BIOS. Y es que si quieres llegar a ser mariposa, tienes que aceptar los cambios (y mutar con ellos-adaptarte-), o puede que te quedes en capullo. Y si una cosa me ha quedado clara es que: «CAPULLOS NO, gracias».

La gente se compromete, se sigue casando y HASTA se reproduce. La gente se muda, se emancipa, se va o se queda. Las conversaciones van sobre partos, cuánto pesó tu bebé al nacer, despedidas de soltera, menús de boda, primeras palabras, epidurales, compromisos, mudanzas, nombres de bebé… y hasta divorcios. Y es que «estamos en la edad»… Y esto es lo mismo tanto si vives en el pueblo como si ya campas a tus anchas por la gran ciudad. Estas cosas pasan.

Vivir estos cambios de la gente que quieres es bonito… pero a veces, asusta. Incluso te hace pensar que, tanto elegido como asumido, tú eres ésa excepción, ése bicho raro que pica («¿qué bicho raro te ha picado?»- yo, yo misma soy ése bicho), a la que no le pasan estas cosas.

A la que suscribe le pasa de todo, menos de lo convencional. Y es que quizás mi capullo está aún por eclosionar. «O yo estoy aún por criar«, que dice una amiga. O que debido a mi impuntualidad crónica, siempre llego tarde a todo. Incluso a mi vida.

Mientras, disfruto de la etapa «de capullo»… intentando que mi maltrecha cuenta  (nada) corriente sobreviva a todas estas despedidas, bodas, nacimientos y demás CAM-BIOS.

Y está bien así. Ya me convertiré en Mariposa… o no.

 

El gatico de la suerte

Maneki Neko, El gatico de la suerte

Mi señor conejo

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Les presento a Jueves, mi conejo.

Mi pequeño conejito

Mi pequeño conejito

En el mundo blogger, si no tienes mascota no eres nadie. O no puedes aspirar a ser alguien. Sólo que yo, en vez de tener perro o gato tengo un conejo (tuve un conejo). Y un conejito adorable y achuchable, para ser más exactos. Tan suave y juguetón, un poco salvaje y rebelde… cómo para no quererlo.

Jueves fue mi regalo de 30 cumpleaños. Tuvimos una relación de amor-odio. Como cualquiera que se relacione con conejos, ustedes ya me entienden. Roedor que es uno, lo mordía todo. Se comió mi aloe vera, el cable USB del móvil, las cortinas, un foulard, la pared.. etc.

Pero todos mis amigos lo adoraban. Venían a casa a visitarlo, a hacerse fotos con él, lo acariciaban y jugaban con mi conejo. Le traían zanahoria. Incluso yo misma me quedaba muchos viernes por la noche a jugar a solas con mi conejo. 

Mi señor conejo

Mi señor conejo

Tener un conejo da mucho juego.

Al final nos sepamos por circunstancias ajenas a nosotros. Prefirió quedarse en el pueblo y no venirse conmigo a la gran ciudad. No puedo saber si fue un invitado especial a una paella (estos valencianos…), o sigue vivo. Yo lo dejé con dos conejitas, en su propio harem.

Y es que mi conejo, siempre fue un señor.

 

Los 30 no son tan malos como los pintan

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Los TREINTA. 

Apunten... disparen... bang!

Yo quería hablarles del tiempo y la meteorología, pero no, tuvieron que votar a hacer daño.

Hablemos de los «taitantos«. Ese maravilloso club. Porque, como dice mi madre: “es mejor cumplir años que no cumplirlos”. Ella es todo amor y elocuencia (¿de dónde creen que lo saqué yo?) También dice que por cada año mío podría haber criado un gorrinico.  En eso estamos de acuerdo: eligió mal.

Tú no cumples los 30. Los 30 te cumplen a ti. Y vaya que si te cumplen. Te acorralan. Descubres que los domingos no empiezan a las 2 del mediodía, que las resacas son lo último que se pierde … y que «altas horas de la madrugada» pueden ser las 2 de la mañana (yo a los 20 no salía antes de esa hora).

Tus amigos empiezan a casarse o tener hijos. O mucho peor, eres tú quien se casa y tiene esos hijos. En mi caso aún me tengo que criar yo… ¡cómo para criar niños!

Tus padres «a tu edad» ya te tenían y la vida no es cómo te imaginaste que sería. Pero ¡¿qué narices?! ¿Y qué fumaste en la adolescencia?

Con los 30 perdí el «Carnet Joven» y con él los maravillosos descuentos. En un par de generaciones, si seguimos así, el susodicho «Carnet Joven» llegará a los 45 años. Es curioso el concepto de «joven«, pues realmente no tiene una edad definida. Me gusta relacionarme con gente de 40 o 50 años y decirles mi edad: «¡Si todavía eres una niña! ¡Aún te queda mucha vida por delante! ¡Eres muy joven, mujer!»

No tengo pruebas empíricas que el metabolismo cambie con el cambio de dígito; no sé si los movimientos intestinales se vuelven más perezosos, porque en mi caso perdí como unos 95 kg de grasa inservible antes de los 30 (15 kg míos y el resto de mi ex novio del pueblo). Pero sí que es cierto que con los 30, gané en confianza. Sigo teniendo los mismos defectos, pero ahora dejo que los demás los aguanten.

Me niego a aceptar que existe eso que llaman «La CRI-SIS de los 30«. Sí, claro, y qué más. La crisis de los 30 existe tanto como los unicornios, los duendes y los hobbits. Mitos. Eso sí, los elfos sí existen. Es una excusa que se inventan algunos para irse con chicas de 20. Las mujeres no nos volvemos más locas en la treintena, no más locas que el resto del tiempo. No te puedes volver loca cuando ya lo estás.

Tampoco creo que exista «La crisis de los 40«. Para cuando los cumpla y sea hombre, os lo cuento.

 

Los 30 asustan, pero son son para tanto.

Los 90 son mucho peor.

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La provinciana que se vino arriba…

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… y llegó a Madrid. Que, técnicamente, está «arriba» si miras desde Alicante. Además, me mudé a un sexto, por lo que la categoría de «arriba» adquiere carácter hiperbólico. Y a medida que «me venía arriba», la cuenta corriente se venía abajo, muy abajo, en picado. Han pasado 6 meses desde entonces, y hace poco conseguí mi pase VIP, como moderna de pueblo pero en versión «de provincias» (que básicamente es: ni soy moderna, ni soy de pueblo, pero un poco sí).

 

Este blog me lo regalaron ayer al comprar el pan y me sabe mal que se eche a perder, cosas del pueblo. En los pueblos no se tira nada, se a-pro-ve-cha to-do.

…Y con este primer post NADA apoteósico, hago mi NO espectacular entrada en la blogosfera. Entro de puntillas «porque todo el mundo tiene un blog» y yo lo quiero ser todo, menos «mainstream».

Que una es muy moderna, pero no lo es.